lunes, 13 de agosto de 2007

Mundo religioso Azteca


Mundo religioso

La existencia de los aztecas estaba indisolublemente ligada a sus divinidades, entre las que sobresalían Huitzilopochtli (dios de la guerra), Quetzalcóatl (la serpiente emplumada, un héroe cultural, descubridor del maíz), Tlaloc (dios de la lluvia) y Coatlicue (diosa tierra, madre de Huitzilopochtli). El panteón divino se fue constituyendo en la medida que los aztecas iban incorporando las divinidades de los pueblos sometidos.

Así por ejemplo, Quetzalcóatl y Tlaloc eran dioses mesoamericanos desde tiempos muy anteriores a la llegada de los aztecas.
La relación con los dioses era regulada por los nobles sacerdotes, quienes presidían todas las ceremonias y ritos realizados en los múltiples templos edificados para honrar a las deidades. Un sofisticado calendario ritual determinaba los días fastos y nefastos para la población.

Cuando nacía un niño en un día nefasto, se retrasaba la ceremonia de nacimiento para un día más favorable, previa consulta a los llamados "lectores de destinos" quienes conocían las características de cada día del año. Entre el selecto grupo sacerdotal existía una rígida estructura piramidal, semejante a lo que sucedía en la sociedad azteca.

En los calmecac, colegios de la nobleza, los aspirantes a sacerdote recibían una completa formación religiosa cuyos ejes eran la historia, la mitología y las ciencias.
Las fiestas religiosas eran eventos de gran trascendencia en la vida de los aztecas.
Eran ceremonias públicas para las cuales los celebrantes se preparaban practicando ayunos y penitencias. El día de la fiesta se realizaban banquetes, bailes, juegos y, sobre todo, ofrendas a los dioses. Muchas veces se comía carne humana de algún sacrificado, pero dentro de un contexto ritual incomprensible para la sensibilidad de la sociedad occidental.

Los sacrificios humanos
Uno de los aspectos más polémicos relacionado con los aztecas han sido los sangrientos sacrificios humanos que impresionaron sobremanera a los españoles que arribaron a México en el siglo XVI. Según el soldado-cronista Bernal Díaz del Castillo, al aproximarse al Templo Mayor y observar el altar de Huitzilopochtli; "...este tenía en las paredes tantas costras de sangre y el suelo todo bañado de ello, como en los mataderos de Castilla no había tanto hedor. Y allí le tenían presentado (al dios tutelar) cinco corazones de aquel día sacrificados...".

Pero, ¿a qué se debía el diario sacrificio de prisioneros de guerra entre los aztecas? De acuerdo con la cosmovisión indígena, el dios Huitzilopochtli necesitaba ser alimentado todos los días para poder seguir iluminando al pueblo por el escogido. El único alimento que se podía ofrendar a este dios era la sangre humana, razón por la cual los aztecas hicieron de la guerra su mayor preocupación con el objetivo de obtener prisioneros para el sacrificio ritual. El pueblo que más sufrió las consecuencias de esta costumbre fue el de los tlaxcaltecas lo cual explica en importante medida el odio que éstos sentían hacia los aztecas.
El sacrificio humano se realizaba sobre los altares de los templos, donde generalmente se extraía el corazón del prisionero aún con vida. También se empleaban el flechamiento y el sacrificio gladiatorio, donde la víctima se enfrentaba a cuatro guerreros aztecas. Este último era un honor reservado a los prisioneros más valerosos. La sangre del sacrificado era juntada en grandes piedras cóncavas, llamados tazones por los españoles, hasta coagular. Los tazones estaban ubicados al lado de las imágenes de las deidades. En tanto, los cráneos de los muertos eran ensartados en lanzas de madera que se colocaban en hileras en el tzompantli, para así dar testimonio del fervor de los aztecas hacia sus divinidades.
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